La Navidad, ayer y hoy: Momentos que nos acompañan
Últimamente, he estado sintiendo una ligera nostalgia sobre la Navidad.
Surgió de manera casi imperceptible mientras nos preparábamos para nuestras reuniones familiares de este año: elaborando listas, coordinando horarios, sacando las decoraciones del lugar donde se guardan. Lo habitual. Pero, al mismo tiempo, algo más silencioso estaba ocurriendo.
Este año, tendremos a cuatro generaciones reunidas bajo un mismo techo. Hermanos. Hijos. Nietos. Sobrinos. Incluso bisnietos. El más pequeño tiene apenas tres meses de edad. El mayor, 81 años. Tan solo esa amplitud de edades se siente como un pequeño milagro.
Para mí, la Navidad siempre ha sido sinónimo de familia.
Nos sentimos inmensamente bendecidos en tener a nuestra familia cerca, y se que esto no lo pueden hacer todo el mundo. Porque sé — profundamente — que lo que realmente hacemos en esta época del año no es solo celebrar una festividad. Estamos creando memorias. Memorias que perduranrán. Memorias que, de manera silenciosa, nos acompañan a lo largo de la vida.
Cuando recuerdo las Navidades de mi propia infancia, las memorias son vívidas. El tiempo con mi familia inmediata. Aquellos años en los que nos subíamos al automóvil y viajábamos fuera del estado para estar con abuelos, tíos, tías y primos. Esos viajes se sentían como una aventura y fomentaron relaciones que hoy continúan siendo sólidas.
La fotografía que utilizo para este blog es la última que mis padres emplearon al diseñar la tarjeta navideña que repartieron ese año. Siete meses después, mi padre falleció repentinamente a causa de un infarto. Tenía 38 años.
Honestamente, no recuerdo mucho de las primeras Navidades después de su fallecimiento. Es como si mi mente hubiera colocado un suave velo sobre esos años. Los recuerdos comienzan a reaparecer alrededor de los 13 años.
Lo que sí recuerdo —y atesoro— es la forma como mi madre hizo todo lo posible por mantener la Navidad como algo especial. No era grandiosa ni ostentosa. Eran los pequeños detalles. Hornear galletas. Hacer decoraciones. Cantar villancicos. Ir juntos a la iglesia. Crear calidez donde fuera posible.
Con el paso de los años, me gquisiera creer que mi esposo y yo estamos ayudando ahora a crear ese mismo tipo de recuerdos para nuestra familia. Observar a los más pequeños iluminarse de emoción. Ver a los adolescentes adentrarse en sus vidas en pleno florecimiento. Percibir cómo se forman, en tiempo real, los vínculos de la familia extendida. Esas relaciones importan más de lo que a menudo reconocemos en el momento.
Esta época del año puede ser especialmente difícil para quienes atraviesan pérdidas, cambios o soledad. Tal vez por eso valoro tan profundamente estos momentos familiares. Soy plenamente consciente de que, para muchos, las fiestas traen más estrés que consuelo o felicidad.
Precisamente por ello, creo firmemente que no podemos permitir que nuestras bendiciones se nos escapen de las manos sin ser reconocidas.
Me siento profundamente agradecida por los momentos de conexión. Por las risas compartidas. Por las conversaciones tranquilas. Por el simple acto de estar juntos.
Dondequiera que se encuentre en esta temporada — ya sea rodeado de personas o atravesando un momento difícil —, espero que descubra instantes de alegría y gratitud. Incluso los más pequeños cuentan.
Esta es una temporada de esperanza.
Y mi deseo, siempre, es sencillo y atemporal: paz en la tierra y buena voluntad para todos.
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Acerca de Lynda-Ross
Lynda-Ross Vega es socia de Vega Behavioral Consulting, Ltd. Se especializa en ayudar a líderes corporativos, emprendedores y personas a mejorar la comunicación interpersonal, la dinámica de equipos, el desarrollo personal y la gestión del cambio. Lynda-Ross es cocreadora de la Teoría del Estilo Perceptual, una teoría revolucionaria de la psicología conductual y un sistema de evaluación que enseña a las personas a liberar sus fortalezas naturales y a construir la vida y la carrera profesional que desean.
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